Les comparto la primera parte de la última conferencia de nuestro filósofo realizada en 8 de Noviembre de 2019 en el Nicola Center for Ethics and Culture.
En
la primera parte de este documento, presentaré argumentos convincentes cuya
inquietante conclusión es que la amistad, correctamente entendida, es difícil y
a menudo imposible de alcanzar, especialmente bajo las condiciones
características de la modernidad contemporánea. En la segunda parte presentaré
un argumento convincente, cuya conclusión es que la amistad es indispensable
para los agentes humanos, cualquiera sea su situación o condición, cualquiera
sea su tiempo y lugar. En la tercera parte, procuraré repensar la concepción de
una buena amistad, en orden a mostrar que, solo cuando encontramos un modo de
dar el debido paso a los argumentos precedentes (primera y segunda parte) seremos
entonces capaces de entender la amistad adecuadamente.
I
Nosotros
reconocemos lo que es la amistad más claramente, cuando nos pasa que estamos en
gran necesidad de contar con un amigo y a pesar de todo “nadie está a la mano
para jugar ese papel”. Nuestros amigos pasados están, como sucede en esas
situaciones particulares, ausentes, o muertos o perdido a causa de una pelea. O
quizá sea que, tristemente, nunca hemos tenido algunos amigos verdaderos. El
tipo de situación que tengo en mente es una donde nos encontramos a nosotros
mismos en alguna circunstancia amenazante y no sabemos cómo responder frente a
ella. Aquellos con quienes usualmente dialogamos de manera reflexiva no pueden
proveernos de lo que necesitamos, quizá porque nuestras relaciones con ellos
son aquellos que nos ha puesto es esa difícil situación. Entonces, ¿qué es lo
que nosotros necesitamos? Alguien que sea suficientemente cuidadoso para
escuchar de manera paciente y atenta aquello que nosotros decimos, alguien que
nos conozca suficientemente bien como para hacernos las preguntas correctas,
alguien suficientemente comprensivo como para ser capaz de entender como son
las cosas desde nuestro punto de vista, alguien suficientemente objetivo como
para reconocer las limitaciones de nuestro punto de vista, aquello que, acerca
de nosotros mismos o de otros, estamos fracasando en reconocer o entender,
alguien capaz de decirnos la verdad.
En
consecuencia, es solo cuando nos hemos dado cuenta de lo que es necesitar a un
buen amigo que nosotros comenzamos a ser capaces de preguntarnos a nosotros
mismos sobre qué tipo de persona tendríamos que llegar a ser, si fuésemos a ser
buenos amigos de alguien más. Entonces, ¿dónde tenemos que ir para encontrar
una respuesta a esta cuestión? Existen muchas –demasiadas- voces que pretenden
proveer respuestas, pero, ay!, las respuestas son característicamente inútiles
y engañosas. Vamos, por ejemplo, a Cicerón, y te será dicho que la amistad solo
puede ser entre los buenos y que los buenos tiene que exhibir una asombrosa
variedad de virtudes: “fe, integridad, equidad, liberalidad” (De Amicitia, 19);
un catálogo de virtudes en las cuales muchos de nosotros, si somos honestos,
sabemos que somos deficientes la mayoría del tiempo. Aristóteles, al menos,
admite que es solo en el tipo perfecto de amistad que se requiere de nosotros ser
modelos de bondad. Nosotros podemos, sin ser buenos, participar en amistades de
mutual utilidad o de placer compartido. Pero, incluso, eso es, o debería ser
deprimente para muchos de nosotros. Por qué necesitamos en las ocasiones más
importantes, cuando necesitamos amigos –en el tipo de situación que recién he
descripto- son amistades sustentadas por un buen acuerdo, más que la
posibilidad de la utilidad mutua o el placer compartido. Con todo, para tales
amistades, así nos dice Aristóteles, necesitamos ser buenos en unos
determinados modos y grados que, una vez más, si somos honestos, muchos de
nosotros sabemos que no lo somos.
Otras
voces muy diferentes y más recientes nos dicen ‘como ganar amigos e influir en
las personas’; ese fue el título del libro de 1936 masivamente vendido cuyo
autor era Dale Carnegie´s, con sus consejos sobre cómo asegurarse que otros
sean seducidos –esta son mis palabras, no las de Carnegie´s- por nuestra
simpatía y así sean persuadidos a adoptar nuestro punto de vista, cualquiera
que este pudiera ser. Como el propio Carnegie ha tenido muchos sucesores en los
últimos ochenta años, autores de una variedad de recetas para fabricar
amistades. Pero es, por supuesto, crucial que unas genuinas amistades no pueden
ser fabricadas. Lo que puede ser fabricado es un cierto tipo de sociabilidad
superficial, una sociabilidad que ninguna persona íntegra podría confundir con
la amistad, pero que en mucho de nuestro lenguaje ordinario es así confundida,
como más recientemente en muchas expresiones corruptas de Facebook. Supóngase,
sin embargo, que uno no permite ser engañado por esta retórica. Entonces, ¿cómo
pensará uno de las posibilidades presentes de la amistad?
Una
respuesta notablemente influyente fue provista por Nietzsche en Humano, demasiado humano: “Solo
reflexionando contigo mismo sobre cuán diversos son los sentimiento, cuán
divididas las opiniones incluso entre tus conocidos más cercanos, cuán incluso
las mismas opiniones son de un rango de intensidad bastante diferente en las
mentes de tus amigos que en las tuya, cuán numerosas son las ocasiones para los
malos entendidos, la hostilidad y la ruptura. Luego de reflexionar sobre todo
esto, debes decirte a ti mismo: cuán incierto es el terreno sobre el cual todas
nuestras amistades y alianzas descansan”. (376). Nietzsche concluye: “sí, hay
amigos, pero es un error y un engaño respecto de ti mismo lo que los condujo
hacia ti; y ellos deben haber aprendido cómo mantener silencia en orden a
conservar tu amistad. Así, para Nietzsche la amistad como los autores clásicos
la entendieron y como yo la he entendido es, a la vez, algo descartado. La
veracidad y la amistad resultan ser incompatibles. Nosotros podemos permanecer
amigos –o más bien amigos aparentes- con otros solo ocultándonos a nosotros
mismos. ¿Qué hay –si es que existe algo- para replicar a Nietzsche?
Podríamos
intentar responderle con un cierto tipo de ejemplo. Considérese una experiencia
recurrente en la vida militar, en la segunda guerra mundial, en Vietnam, en
Iraq o Afganistan. Un grupo de soldados son enviados juntos a patrullar un
territorio peligroso. Ellos se cubren mutuamente, toman riegos para en lugar de
cada uno de los otros, en ocasiones ellos se deben la vida el uno al otro. Una
vez acabado el deber, ellos beben y se divierten. Ellos disfrutan cada uno con
la compañía de los otros. Ocasionalmente, ellos conversan sobre sus familias Si
no hubiese sido por el ejército, ellos nunca se hubieran encontrado, con todo,
ellos han sido capaces de confiar el uno en el otro, como Nietzsche y sus
amigos no confiaron en nadie. ¿Es este un ejemplo relevante de amistad?
Valiosas
como tales relaciones, en efecto, son, la respuesta tiene que ser “no” y esto
por dos razones. La primera es que este tipo de relaciones son, por su naturaleza,
temporales. Fue un accidente lo que provocó la relación y, cuando su servicio
en el extranjero esté terminado, esos soldados generalmente nunca más se ven
los unos a los otros nuevamente. Así sucede con muchas otras relaciones en
nuestro orden social. Nos encontramos a nosotros mismos colaborando en un
proyecto difícil que requiere de nosotros pasar tiempo con otras personas
particulares en cuya experiencia y bondad nosotros tenemos que confiar.
Aprendemos a disfrutar de su compañía y llegamos a estar agradecidos con ellos
como ellos lo son con nosotros. Así puede suceder en un ambiente de trabajo,
con los miembros de un equipo en diferentes deportes o con los miembros de un
cuarteto de orquesta. Tales relaciones tienen, por un tiempo, una gran importancia,
pero ellas pasan por accidente y son temporarias. Y lo que es más, y esto es
una razón adicional para no contabilizar a estas relaciones como amistades,
aquellos comprometidos en tales colaboraciones cuidan los unos de los otros
solo qua colaboradores en un role particular. Ellos no se cuidan los unos de
los otros por lo que ella o él son en sí mismos, aparte de cualquier papel que
desempeñen en un momento particular...
Eso solo es suficiente para distinguir tales relaciones de las amistades,
aunque, como enfatice antes, tales relaciones pueden ser, y a menudo son, de
crucial importancia en nuestras vidas.
Ellas
incluyen todas aquellas relaciones en las cuales nosotros cuidamos de otros qua padres o hijos, qua hermanos, qua compañeros de trabajo o colegas, qua escalador de superficies rocosas, qua cantante en coros, qua compañero actor en un escenario, qua miembro de un equipo quirúrgico.
Dada la ineludible importancia de tales relaciones multifacéticas tienen en
nuestras vidas, incluso aunque ellas no son amistades, alguien podría pues
preguntas: ¿Quién, después de todo, necesita amigos y por qué? Si no hubiera
tal cosa como la amistad, como sugieren los malos argumentos de Dale
Carneggie´s en sus muchos modos diferentes, como sugieren los buenos argumentos
de Nietzsche, y como sugieren nuestros ejemplos, ¿qué, si alguna, cosa podría
faltar de nuestras vidas? ¿Qué es lo que necesitamos cuando necesitamos amigos?
¿Qué es lo distintivo en relación con la amistad?
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